La Glassharmonica la inventó Benjamin Franklin.
Su principal inconveniente y dificultad para tocarla, es que los cuencos de cristal, mojados, no se ponen a vibrar inmediatamente cuando se los toca, sino que tardan un instante en empezar a sonar.
Y por eso, o te anticipas a la nota que quieres tocar, o todo suena con un pequeño desfase temporal.
Por lo demás, el sonido es glorioso.